miércoles, 26 de septiembre de 2007

Retrato de una vaca


Uno de mis géneros favoritos en fotografía es el retrato. En este caso, la retratada es una vaca. Sé que es una obviedad, pero lo indico para poder explicar que mi enfoque es el mismo que si el modelo fuera humano. El concepto no cambia. Lo de tratar de captar el alma, el espíritu o la personalidad del modelo me parece un objetivo difícilmente alcanzable. Si acaso un gesto característico, una actitud habitual, un rasgo de carácter. Por otra parte, en el caso de la vaca todo ello sería más difícil, especialmente porque era la primera vez que nos veíamos, y ninguno sabía nada del otro. Eso no significa que, aunque fuera por un breve instante, no existiera un cierto nivel de comunicación entre nosotros. A mí su mirada me resulta muy expresiva, incluso me conmueve su sinceridad. No estoy bromeando, para los humanos es casi imposible alcanzar ese nivel de franqueza, esa ausencia de simulación. Una vaca no sabe posar, ni quiere, ni le interesa. Ésta se acercó hasta la valla, asomó la cabeza - no sé si con curiosidad - y permaneció con la mirada fija mientras la fotografiaba, y aún después. No lo recuerdo bien, pero supongo que le daría las gracias por su amabilidad antes de irme. Si no lo dije, seguro que lo sentí.
Cada vez que veo esta foto, recuerdo ese
momento presente, ese aquí estamos, ya ves, ese aunque no nos volveremos a encontrar, te recordaré.
Y todavía la recuerdo.

1 comentario:

Momo dijo...

A mí las vacas me gustan y no me gustan... Me parece un animal bonito, me gusta el color arlequinado y muchas veces me dan ganas de saltar la valla y abrazarme a una. Pero me pone nerviosa su dependencia y su pasividad permanenrte, o son muy sabias o son muy tontas.
Aunque te diré que a veces cuando voy a Asturias me gustaría ser durante un rato vaca y pastar tranquilamente en el campo, mirando al mar.