lunes, 9 de noviembre de 2009

Van der Weyden y los neutrinos

Enrico Fermi, Ettore Majorana, Jalaluddin Rumi, Aldous Huxley, Albert Einstein, Kurt Gödel, Roger Van der Weyden. No es extraño que a veces tenga la sensación de que me va a estallar la cabeza en cualquier momento... Son muchos los llamados, pero pocos los escogidos. A ver si soy capaz de poner un poco de orden.
Todo comenzó en mi reciente visita al Museo del Prado. Cada vez siento con más intensidad la idea de que la vida es una inmensa red de hilos que se cruzan y conectan todo con todo. Si no te esfuerzas un poco por encontrar un centro, un eje, lo más probable es que uno de esos hilos te atrape y te arrastre hasta Dios sabe qué ignoto confín.
En parte por desorientación, en parte por deseo de reservar lo mejor para el final, llegamos a la sala donde se expone el Descendimiento de la Cruz de Van der Weyden tras recorrer gran parte del museo. Mientras la gente se amontonaba frente a El Jardín de las Delicias de El Bosco - lógico y encomiable, por otra parte - el Descendimiento se encontraba casi abandonado. Por alguna razón que ahora no recuerdo, había estado leyendo el día anterior acerca de Fermi y Majorana, ambos físicos italianos coetáneos y precursores en la investigación sobre la física de partículas. A ellos había llegado partiendo de los neutrinos, partículas subatómicas cuya masa es tan pequeña que apenas interactúan con las demás partículas, atravesando sin dificultad la materia. Y cuando digo materia quiero decir que a cada segundo somos atravesados por millones de neutrinos. Parece ser que los neutrinos podrían compartir con los taquiones la capacidad de desplazarse a una velocidad superior a la de luz, lo que sumado a otros factores ha llevado a la especulación ac
erca de la posibilidad de viajar hacia atrás en el tiempo.
Todo esto que suena a ciencia ficción nos lleva, a su vez, a Einstein y Gödel. Los dos grandes genios coincidieron en Princeton, se hicieron amigos y compartieron paseos y conversaciones. Gödel planteó una visión de la Relatividad que contemplaba los viajes en el tiempo, además de teorizar de un modo sorprendente acerca del concepto de infinito y de la capacidad humana de concebir dicho concepto. Gödel murió de inanición, porque a pesar de ser una de las mentes más brillantes del siglo XX, los últimos años de su vida estaba convencido de que iba a ser envenenado, negándose finalmente a comer. Majorana desapareció misteriosamente sin dejar rastro, especulándose con la hipótesis del suicidio, la fuga a Sudamérica y otras teorías más difíciles de creer - aunque no sé si menos probables. Tal vez el LHC nos aclare algo.
Aldous Huxley escribió, en 1954, Las puertas de la percepción. En esta obra habla de sus experiencias con sustancias alucinógenas - mescalina. peyote, LSD -, y el título está tomado de un poema de William Blake: "
Si las puertas de la percepción fueran abiertas el hombre percibiría todas las cosas tal como son, infinitas".
Jalaluddin Rumi (siglo XIII) hablaba con frecuencia de la danza de los átomos, y la famosa ceremonia del giro de los derviches representa, entre otras cosas, los átomos girando en sus órbitas, a semejanza de los planetas... ¡Oh, día, levántate. los átomos danzan, las almas henchidas de éxtasis bailan...!
Y de repente, con toda esa red de informaciones tratando de tejer un tapiz inteligible, me encuentro ante el Descendimiento. Contemplo
el equilibrio dinámico de su perfecta composición, los rostros del dolor y la compasión, los planos desplegándose con implacable precisión, la armonía sobrenatural de los colores... Y entonces algo empieza a encajar, y se formula el enigma: las partículas elementales de la belleza. Como un ejército, como una oleada insondable, los neutrinos de la pura Belleza atraviesan el espíritu del espectador. Viajando a través del tiempo, desde el siglo XV, las claves del arte inmortal resuenan en nuestro interior, como una réplica del arquetipo celestial cuyos ecos nos inundan en la contemplación. La sublime expresión plástica de la esencia humana se manifiesta en la explosión secreta de millones de partículas cuya existencia sigue siendo un misterio. El tiempo y el espacio se contraen y expanden en una danza oculta a nuestros ojos. La vida se recrea a cada instante y se revela a quien es capaz de abandonarse, de soltar las ataduras de este mundo y dejarse arrastrar, siquiera una vez, por uno de esos hilos de los que está hecha la existencia...

lunes, 2 de noviembre de 2009

Las etiquetas del amor

Aviso: esta entrada, publicada originalmente en el blog clandestino de la salchichería Pepe, sólo puede ser interpretada correctamente por diseñadores de páginas web.

"El Párrafo (align left), acodado en la barra del bar, no podía apartar su mirada de aquella división rubia... Su índice z de nivel 3 habría hecho perder la posición absoluta a cualquiera, y sus serifas se curvaban insinuantes y tentadoras. Sin duda tenía las propiedades css más excitantes que pudieran imaginarse. Ah, si sólo tuviera el valor de referenciarla, sabía que después podría hacer con ella lo que quisiera... Unas líneas de JS y sería suya para siempre.
Pero entonces apareció ese estúpido y arrogante menú desplegable, con sus hojas de estilo de importación, oliendo a Ajax barato. Párrafo (align right) supo enseguida que había perdido la partida. En cuanto el menú comenzara a desplegar sus opciones en cascada, ella caería a sus pies sin remedio. Siempre la misma historia. Siempre perdiendo...
Rezando para que alguna función accediera a su visibilidad y le volviera hidden, Párrafo apuró su último trago de style, y abandonó el bar con la misma agridulce sensación de la ventana cerrada, dejando apenas su efímero rastro en una variable local que muy pronto quedaría machacada y olvidada para siempre.
"La vida es más random que otra cosa" - pensó mientras desaparecía entre capas cada vez más y más opacas...