martes, 31 de marzo de 2009

El monstruo con dedos en la nariz

Lo habré leído más de cuatrocientas veces. Cuatrocientas veintiocho, exactamente. Y reconozco que lo pone bien claro, lo cuál es lógico tratándose de un Código de Leyes Supremas: "La razón última de la existencia de un monstruo es la de dar miedo, asustar, aterrorizar y causar irresistible pavor en cualquier criatura que tenga la desgracia de cruzarse en su camino (con la única excepción de los otros monstruos)". Es un destino, una razón de ser, un objetivo inexorable. Pero yo nací con la sonrisa puesta. La matrona me cogió por los pies, colgando cabeza abajo, y me dio azotes hasta que se le pusieron las manos azules, pero yo no paraba de reír. Más tarde descubrí que tenía las manos de ese color, pero desde entonces es ver unas manos azules y la carcajada viene sola. Siempre tuve el don de encontrar un motivo para estar contento, de hallar la risa entre las sombras. Y claro, no se puede decir que eso dé mucho susto. Tampoco ayuda lo de tener dedos en la nariz, aunque resulte verdaderamente útil.
Al principio lo intenté, y ensayaba caras espantosas, gestos feroces, horribles contorsiones y sonidos estremecedores. Pero indefectiblemente todos mis esfuerzos terminaban en una especie de danza grotesca acompañada de canciones improvisadas y un rodar escaleras abajo, por ejemplo. Para qué nos vamos a engañar, nunca fui capaz de asustar ni surgiendo repentinamente de la oscuridad.
Incluso probé a disfrazarme, a ponerme dientes postizos, pelucas de serpientes, collares de calaveras... Pero mi nariz con dedos me delataba enseguida. En un mundo de monstruos es difícil abrirse camino si el miedo no te acompaña en cada ademán.
Agoté las oportunidades que el Gran Consejo me concedió generosamente para tratar de enderezar mi rumbo, pero no hubo manera. Sólo quedaba el exilio. Cuando me entregaron el Decreto de Destierro, no pude evitar fijarme en la forma de la rúbrica del Anciano Prócer, tan parecida al perfil de un mandril tocando el violín que me dio la risa floja. Así abandoné mi planeta, riéndome por los pasillos de la Corte de Justicia.
Utilizando la técnica secreta de los monstruos para viajar por el espacio-tiempo, fui a parar a un lugar llamado Tierra. Me pareció muy bonito. Raro, pero gracioso. Quizá por casualidad, o quizá no, mis pasos me llevaron hasta un solitario castillo rodeado por un foso. ¿Hay alguien ahí? - grité por pura formalidad, pensando que allí no viviría nadie. Pero me equivocaba. Las enormes puertas se abrieron lentamente, y me encontré frente a un grupo de criaturas variopintas que, naturalmente, no se asustaron en absoluto al verme. ¿Habría encontrado por fin mi hogar?

martes, 24 de marzo de 2009

Selenitas con alas

Alguien me preguntaba hace poco si los ángeles vivían en la luna. Yo contesté que sí, que por qué no. Supongo que pueden vivir donde quieran. Son seres de luz, energía espiritual pura, intermediarios divinos, mensajeros, custodios, el ejército de Dios. Tal vez también un estado interior del alma cuando asciende hacia su Creador. Israfil, en el Islam, será el encargado de hacer sonar la gran Trompeta el Día del Juicio. Está tan cerca de Dios que tan sólo siete velos le separan de Él, y una de sus cuatro alas le protege de la Luz que irradia su Señor.
Rafael - Dios ha sanado - es un ángel curativo que protege y alivia a los hombres en la enfermedad y el dolor. Gabriel es portador de mensajes - a María, a Muhammad. Miguel es el Guerrero, quien expulsó a Satanás con su espada flamígera.
Y claro, el Ángel Caído, el rebelde, el eternamente condenado.
Somos corteza y cáscara, y un ánima revestida de ropajes angélicos. Después de tanto tiempo con las alas plegadas es difícil emprender el vuelo. Vamos perdiendo plumas mientras los días pasan, y con la soberbia de ícaros caeremos a plomo si esperamos al último momento para poner a prueba nuestra pericia en el aire.
Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan...

martes, 17 de marzo de 2009

Acero templado

Me llamo Torniquete. De torni, como tornillo, y quete, como... "¡Que te vas a caer!", o "¿Qué te había dicho?". No es que me importe, de verdad. Si ya sé que el nombre es lo de menos. Es que en la Factoría todos tenían nombres preciosos, y hasta los llevaban grabados, o incluso en relieve, con letras pulidas y brillantes: Tornado, Excelsior, Special, Vortex, Splendor... Y no sólo eso, es que además podían hacer cosas increíbles. Algunos eran capaces de aspirar todo tipo de partículas, otros trituraban cualquier sustancia, otros convertían sólidos en líquidos, y así mil y una funciones útiles y sorprendentes. Era un sitio estupendo, muy limpio - pulquérrimo, diría yo -y luego estaba la música... Clanc, clanc, clanc, prrrrrrrr, tititit, clanc, clanc, sshhhhhhhhh, poxxxxx, clanc, clanc... Podría haber pasado horas escuchando el sonido de todas aquellas maravillosas máquinas, su sincronía perfecta, su milimétrica precisión, su danza inexorable - e inoxidable.
Sólo sucedió una vez, una única vez. Supongo que sería una esquirla de acero, una viruta, una rebaba. El caso es que nada debería haber fallado, pero aquel día el orden soberano se trastocó,
se alteró la cadena, una casi inapreciable desviación inicial del proceso derivó en una serie de pequeños, insignificantes errores, y el resultado fue... bueno, fui yo. También recuerdo con mucha claridad el silencio - creo que era la primera vez que se escuchaba allí. Al principio fue todo muy confuso, pero enseguida quedó claro que nunca serviría para moler, ni triturar, ni licuar, ni aspirar, ni tostar, ni enfriar. Y tampoco me pareció oportuno interrumpir sus experimentos para hacerles saber que podía pensar y hablar con bastante soltura. Pasé unas semanas en un rincón, luego fui a parar al almacén de la limpieza, y finalmente me dejaron al fondo de un pasillo que, misteriosamente, no llevaba a ninguna parte. Desde allí apenas podía escuchar la música, y había bastante humedad (y por muy inoxidable que se sea, eso nunca es conveniente). Así que tomé la decisión, y aprovechando la visita de una inspección del Ministerio de Industria, abrí la puerta de atrás y me marché de la Factoría para siempre. No diré que no sintiera algo de pena - creo que se dice así -, y es cierto que al principio fue un poco complicado acostumbrarse a este mundo tan lleno de rugosidades y formas...cómo lo diría...ejem, poco regulares. Aunque debo reconocer que poco a poco voy encontrando cierta armonía en las estructuras naturales, a pesar de su tendencia al caos y la asimetría. A decir verdad, tampoco yo puedo presumir demasiado al respecto, a pesar de mi noble origen.
Y así fue, resumiendo, cómo me convertí en un artefacto vagabundo, y cómo quiso el azar o el destino, o ese orden oculto que sin duda ha de guiar con mano invisible el devenir de este planeta, que llegara hasta un castillo perdido en medio de un bosque. Y de este modo descubrí que no era, ni mucho menos, la única pieza del rompecabezas que aún no había encontrado su lugar, ese espacio en el que resuenan los ecos dorados del paraíso:
Clanc, clanc, clanc, prrrrrrrr, tititit, clanc, clanc, sshhhhhhhhh, poxxxxx, clanc, clanc...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Estratagema

Como en un juego perverso de matrioshkas, me miro en el espejo y veo una máscara que no soy capaz de descifrar. Abro la boca y el rayo de la visión se precipita vertiginoso garganta abajo, esperando encontrar signos de vida inteligente, como una sonda cósmica que, arrastrada por las fuerzas desconocidas de la energía oscura del universo, intentara demostrar que no es posible que seamos el culmen de la Creación. Pero pronto ve obstaculizada su marcha. Primero por sustancias viscosas que aparentemente constituyen la materia orgánica de que estamos hechos, los humores arcaicos, pero que resulta ser el caldo espeso en que se resumen nuestras arrogantes pretensiones. Esto son las vísceras, el rastro animal de nuestro más humilde origen como especie, eso que nos recuerda que apenas nos sostenemos vacilantes sobre las piernas para gritar a los cuatro puntos cardinales que somos los reyes del mundo. Que se sometan las bestias a nuestro poder omnímodo, pues nuestras manos están por fin libres para empezar a crear una civilización que nosotros mismos destruiremos. Homo sapiens, el hombre que sabe...
Después hay algo duro, inconcebible por su tamaño y naturaleza: un caballo de troya. ¿Cómo? ¿Aquí dentro? Pero silencio... Sí, ahora lo escucho, sin duda, son voces que vienen del interior. Enciendo una cerilla para ver con más claridad, y de repente el caballo empieza a arder, y surgen de entre las llamas todos los miedos, los complejos, las dudas, un ejército de personajes con disfraces ridículos pero convencidos de tener existencia real, conjurados como demonios con la misión irrenunciable de mantener a su portador en la ignorancia. Por un momento todo parece destruido, el humo no te deja respirar, hay ruido y furia y apenas se deja oir la voz del idiota que cuenta la historia a los demás idiotas. Queda el temblor, las lágrimas que se han secado en las mejillas, y luego un silencio hueco, un espacio sin límites, un mar esférico, un cielo blanco, una luz que arde lentamente sin extinguirse.
Muerte antes de la muerte, la revelación del misterio, el susurro del viento al oído: la gacela velada, el sésamo que abre la puerta de la cueva, la llave dorada, la palabra que nadie jamás ha pronunciado.
Seguiré mi camino más ligero sabiendo que no sé, queriendo conocer lo que es real y está vivo, anhelando el amor y la alegría y el beso dulce al despertar el día.
Amén y buenas noches.

lunes, 9 de marzo de 2009

Volando voy...

A causa de mi sentido de la responsabilidad paterna, me he pasado el fin de semana dibujando superhéroes de toda índole. Supongo que de la propia saturación, hoy he continuado con la tarea mientras tomaba apuntes - como en los tiempos del instituto. No quisiera caer en la nostalgia, pero es objetivamente cierto que cuando era un niño la cosa era más fácil. Y eso que ya eran legión: Superman, Spiderman, Batman, La Patrulla X, Los Cuatro Fantásticos, Thor, El Capitán América, El Hombre de Hierro, Estela Plateada, Namor, Linterna Verde, La Masa, Dan Defensor, Flecha Verde (tal vez primo de Linterna), El Hombre de Bronce ( el de hojalata es de otra historia) y unos cuantos más. Pues el caso es que me parecía que ahora había demasiados, pero no sé... Está muy bien, porque así hay donde elegir. Lo curioso es observar cómo han ido evolucionando. Porque, en general, los conflictos internos de los de antaño eran bastante del montón, comparados con los actuales. Lo de tener una doble identidad siempre ha supuesto un problema, como es natural. Para Clark Kent era bastante fácil, sobre todo por la evidente miopía de los que trataban con él a diario. Peter Parker (que, por cierto, también trabajaba para un periódico, como Clark) era un poco más conflictivo, pero los dos tenían en común sus difíciles relaciones sentimentales. Supongo que es complicado vivir entre dos mundos. Que no se me olvide comprar bolsas de basura, pan de molde, llevar al gato al veterinario y... ¿qué era lo otro?... ¡Ah, sí, destruir al Duendecillo Verde! (¿será también pariente de Linterna y Flecha?).
Pero hoy en día son todos seres atormentados, siempre al borde del abismo existencial, retorcidos, oscuros y con un aura algo morbosa (caramba, como yo en mis días malos). Que te acabas preguntando cómo serán los villanos, si estos son los buenos. Se diría que originalmente no tenía cabida la ambivalencia moral: los héroes son el símbolo de la lucha del Bien contra el Mal. Y al final le dan el Oscar al Joker.
Y por si fuera poco llega Watchmen, la película. Reconozco que estos me pillaron fuera de juego. Tras mi etapa de tebeos Marvel, llegaron Totem, Boomerang, 1984, Blue Jeans, Metal Hurlant, Comix Internacional, etc, y se acabaron los súper para mí. Salieron por la puerta de atrás para dejar paso a Corto Maltés, Torpedo, La Taberna Galáctica, El Garaje Hermético, Mundo Mutante, Mort Cinder... y una lista interminable.
Así que me encuentro con esa galería de personajes desconocidos y a cual más raro. En palabras de Nicolás (tres años y medio), uno es una vaca con sombrero y pistola, y otro es azul clarito y no tiene ropa. A ver cómo se lo explico.
Los tiempos cambian y los héroes también. Normal.
En fin, siempre nos quedará SuperLópez.

domingo, 1 de marzo de 2009

Pues sí, es un dragón con gafas.

La vida de los dragones no es fácil, pese a lo que algunos piensan. Es cierto que son criaturas poderosas en muchos sentidos, pero precisamente por eso su responsabilidad es grande. Es mucho lo que se espera de ellos, y cada cual tiene sus propias expectativas. En el caso que hoy nos ocupa, dadas las circunstancias geográficas e históricas, todo el mundo esperaba una bestia feroz que arrasara las campiñas e incinerase a sus habitantes. Pero este dragón mostró muy diferentes inclinaciones. Amaba la poesía y la música, era de carácter afable y cortés - aunque un poco tímido - y su corazón no albergaba sentimiento alguno de hostilidad hacia el género humano. Desgraciadamente eso no parecía interesarle a nadie, pues el pueblo ya había decidido de antemano que la bestia debía ser temida y, a ser posible, debidamente destruida. Por si eso fuera poco, las largas horas de lectura a la trémula luz de las velas - por la noche disfrutaba de más tranquilidad para leer - derivaron en una vista débil que las gafas apenas servían para mitigar. Verdaderamente, no parecían quedar muchas opciones para un dragón amable, educado y corto de vista. La pobre criatura se vio obligada a llevar una vida clandestina, escondiéndose durante el día y saliendo sólo de noche en busca de alimento, lectura y sosiego a la luz de la luna.
Cuando parecía condenado a una eterna soledad - los dragones son excepcionalmente longevos - quiso el azar que encontrara, casualmente, un castillo casi abandonado en una ruta que ningún humano en su sano juicio recorrería jamás por voluntad propia. Era, sin duda, el refugio perfecto. Pero aún lo fue más cuando descubrió que la fortaleza no estaba deshabitada: una pequeña princesa, cuya singularidad la había desterrado de su reino, pasaba sus días en aquel lugar inhóspito. Dado que compartían aficiones y destino, creció entre ellos al instante una profunda amistad. Aunque era poco probable que apareciera algún guerrero de brillante armadura y brioso corcél con la intención de acabar con la vida de la feroz bestia y desposarse con la princesa, para prevenir tan desagradable circunstancia el dragón practicaba ocasionalmente el arte de arrojar fuego por la boca, aprovechando para encender la enorme chimenea del castillo y caldear así los aposentos de Chuchurría.
Las noches transcurrían entre amenos debates sobre la rima asonante y los motetes, e incluso improvisadas puestas en escena de pequeños sainetes escritos para la ocasión, con gran éxito de crítica, aunque no de público, claro está.
Curiosamente, lo que comenzó siendo un lugar de soledad forzosa, acabaría convirtiéndose en un albergue para seres desubicados. El pez con piernas fue el primero en llegar, pero no el último...
(Continuará).