domingo, 14 de abril de 2013

Destino compartido

Brillaba el cristo con un suave fulgor dorado, rodeado de libros inertes, casi sepultado en el caos gitano del mercadillo misceláneo. La presencia del tigre podía resultar amenazadora, pero su aspecto un poco grotesco, tan evidentemente plástico, y su color zanahoria industrial, parecían desmentir un ataque inminente. Tal vez trataba de desenterrar al crucificado albergando una seguramente inútil esperanza de alcanzar la salvación, cuando era evidente que hacía ya mucho tiempo que habitaba en el infierno.
El cristo, por su parte, invitaba con su sola presencia a la reflexión. Hubo quienes pensaron que el mero hecho de yacer allí, en semejante estado de abandono, arrojado sin más contemplaciones entre el amasijo de objetos de dudoso gusto y valor, constituía sin duda un acto de impiedad cercano al sacrilegio. Otros, en cambio, consideraban casi un milagro que en medio de aquel desorden absurdo de trastos, archiperres y cachivaches, el áureo resplandor del Salvador pudiera iluminar las miradas perdidas de tantos ociosos transeúntes, que de este modo podrían encontrar, en su avariciosa búsqueda de gangas materiales, siquiera un atisbo de fe o un instante fugaz de devota contemplación.
¿Acaso aquella figura representaba lo divino, lo sagrado, lo trascendente? ¿Era realmente el símbolo de una creencia, de una espiritualidad, estaba imbuída de un carácter sobrenatural? ¿Y el tigre? ¿Representaba también lo salvaje, lo natural, lo felino? ¿Hasta qué punto nuestra mirada convierte los objetos en símbolos y los dota de un valor del que, como masas de moléculas mejor o peor ordenadas, carecen? Tigre y cristo, formas de plástico moldeadas en serie, juguetes sagrados y paganos, iconos destinados al culto idólatra o al juego infantil, títeres de un teatro no mucho más creíble que el escenario de nuestros desvelos cotidianos. 
- Cristo Jesús, ¿cómo has podido terminar así? Si eres quien dicen que eres, ¿cómo es que no te salvas a ti mismo, o pides a tu Padre que envíe un ejército de ángeles para que te liberen y acaben con tus enemigos?
- Al igual que tú, soy un juguete en manos de los hombres. Como tú, soy utilizado para sus juegos, para sus ritos, para justificar sus actos o para condenar los de los demás. Y de la misma forma que a ti, cuando se cansan del juego me abandonan. Yo siempre quise ser tan solo un hombre como los demás.
- Y yo siempre soñé con ser una Barbie.
- Sic transit...