lunes, 15 de noviembre de 2010

Nonsense



¿Es posible vivir sin preguntarse por el sentido de la vida? O debería decir si es posible vivir sin saber si la vida tiene algún sentido. Supongo que no es necesario que lo tenga, que tal vez nadie se lo planteó hasta que un mal día a alguien le dio por ponerse a pensar en ello. Muy aburrido tenía que estar.

También supongo -malditas suposiciones - que todos atravesamos etapas en nuestra vida en que dudamos de todo o nos encastillamos en certezas más o menos probables. Yo las he pasado, y ahora me siento cada vez más como un barril en medio del océano. La fe, además de mover montañas, proporciona un marco en el que la vida se desarrolla en torno a unas creencias que dan forma a nuestro mundo, y nos ayudan a transitar por él. Y no hablo solo de la fe religiosa, pues ya sabemos que hay muchos dioses cuyo rostro se oculta tras una máscara. Que la vida tenga un sentido puede significar, simplemente, que seamos capaces de atravesarla con un objetivo: crear una familia, el éxito profesional, el conocimiento, el poder, la sabiduría, amar y ser amado, los placeres de la carne y del espíritu... Claro que estos serían objetivos personales, y no un destino universal del ser humano. Puede parecer una idea peregrina, y ya sé que se puede vivir muy tranquilo sin pensar siquiera por un momento en ese porqué de estar aquí y ahora. Pero a mí la idea se me aparece a cada paso como un espectro, como un rey danés muerto clamando venganza - en este caso, exigiendo una respuesta. No será tan fácil como atravesar con una espada a un pariente sin escrúpulos, pero quizá haya que perder la razón para hallar el camino. Cada vez estoy más convencido de eso, porque a mí tanta cordura me va a volver loco.

El XVIII sería el Siglo de las Luces, pero sin duda este es el de las Sombras. Y no veo que haya un Orden capaz de sujetar este Caos. Quizá no quede otro remedio que sumergirse en el remolino con la esperanza de rescatar una pequeña luz que nos guíe. Yo le rezo al otoño y al viento frío, a las hojas y a la lluvia, a una risa cazada al vuelo, a esa mirada que me abrasa el corazón herido. Y no paro de correr, con el absurdo propósito de alcanzarme a mí mismo...