martes, 16 de octubre de 2007

Con los pies en la calavera


La iglesia de la Vera Cruz, en Segovia, es un lugar muy especial, como puede comprobar cualquier visitante. Al margen de su discutido origen Templario, su estructura está repleta de símbolos, y se asocia su diseño al del Santo Sepulcro de Jerusalén, y a la Cúpula de la Roca.
Para los interesados hay mucha información en la Red y en las enciclopedias. En cualquier caso, es un lugar que merece ser visitado con frecuencia. La última vez que estuve (yo lo tengo más fácil, claro) me fijé especialmente en las lápidas que hay entre el edículo central y el ábside. De una de ellas hice esta foto. Al observarla recuerdo que no sentí ningún tipo de aprensión, por más que la imagen es bien explícita. También es cierto que posee una ingenuidad que difícilmente puede atemorizar a nadie. Pero me resulta curioso cómo la muerte y sus símbolos o lugares asociados pueden producir efectos tan diferentes. Por ejemplo, los cementerios musulmanes que vi y visité en Turquía me produjeron una sensación de paz nada desasosegadora. Recientemente empecé a leer un libro de Luc Perry, filósofo francés y ex ministro de Educación, y situaba la muerte y su inevitabilidad en el centro de todo sistema filosófico y religioso, a los que considera como instrumentos de salvación para el hombre, por medio de la razón o la fe.
No estoy de acuerdo con su planteamiento, aunque puestos a elegir, la fe tiene muchas más ventajas. La Razón, o la Ciencia, carecen de respuestas más allá del certificado de defunción. La Fe, en cambio, no precisa de pruebas irrefutables. Hay quien piensa que la fe es un don, que se tiene o no se tiene. Yo creo que, como la imaginación o la sensibilidad, se puede cultivar y desarrollar. Hay muchas clases de fe. Mejor de lo que yo podría hacerlo, lo explica Aldous Huxley en su maravilloso libro "La filosofía perenne", en el que dedica todo un capítulo, el 18, a este tema. Podéis encontrar el libro editado por Edhasa. Seguiremos hablando de Huxley, que escribió cosas muy interesantes.
En fin, que me gusta esa calavera que me observa desde el suelo, y me hace pensar que las lápidas son como puertas a las que nadie quiere llamar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

J.J.
¡Qué buen libro sin publicar...aún!
Yo creo que al otro lado hay lo mismo, pero más ligero... Aunque no creo que me dé por llamar al timbre de una lápida. Algunos lo hicieron, Lovecraft, Poe... Y unas veces les abrían y otras se metían ellos directamente. Annabel Lee estuvo acompañada un buen rato por Edgar, el amo de la casquería gótica.
Si llamas seguramente te responderan:He salido. Y te quedaras donde estabas.
Dicen que para conocer el sabor del pollo asado hay que comerlo.Para saber lo que es la muerte...pues eso.
Don Juan Matus, el yaqui, le dijo a Castaneda que la muerte de cada uno está situada siempre en el lado izquierdo, a un metro de distancia. Y que es la mejor consejera. Hay que preguntarle siempre a ella.Sobre todo cuando nos invade la autoimportancia.Nos la quita rápido.
Paz y tranquilidad si solo fuéramos carne y química.Montoncito de cenizas y hasta otra. La paz de lo otro hay que ganarsela para después, si hay despues, mantenerla.
Swedemborg dice que vió lo que hay.
Pero desde este lado de la barrera siempre se puede decir lo mismo que el poeta chino de la dinastia Tang,Li Chang Yin:

LAS FLORES SE MARCHITAN
Y CAEN ARRASTRADAS
POR EL VIENTO DE OTOÑO;
¿A DONDE VA EL PERFUME DE LAS FLORES?

Solo Dios sabe.Aunque dicen que es práctico verte, de vez en cuando, en paz en el momento de tu muerte. Es una buena meta a conseguir.Tal vez sea útil y ayude a reorganizar y a limpiar lo que nos sobre en esta vida.

Un abrazo.