martes, 23 de octubre de 2007

Jugando con música

Esta tarde he tenido la oportunidad de estar en casa tocando algunos de mis instrumentos favoritos: el tar y el setar. He disfrutado mucho, y también he aprendido cosas nuevas, entre otras cosas gracias a uno de mis regalos de cumpleaños, recién llegado de Irán: el libro "Rhythmic structure in iranian music" de Mohammad Reza Azadehfar. Un día de estos iré añadiendo entradas acerca de la música persa, que cuanto más profundizo en su conocimiento, más interesante me parece. Pero de lo que quería hablar hoy es de otro asunto que me ha llamado la atención. Si volvéis a leer la primera frase de esta entrada, veréis que digo que he estado "tocando". Y así es como se dice en español. Es curioso, pero en inglés se diría "play", y en francés "jouer" (corregidme si me equivoco, que de francés ando pelado). O lo que es lo mismo, en otros lugares "juegan" con los instrumentos, mientras que aquí los "tocamos". Si me apoyo en un piano, también lo estoy tocando, ¿no? ¿De qué otra forma podríamos denominar a la acción de tocar un instrumento? Interpretar parece un poco forzado - lo que se interpreta es la música -, ejecutar (ya sabéis, "ejecutó una pieza de Lizst") suena patibulario...lo de jugar es bonito, pero puede resultar frívolo.En fin, que no se me ocurre nada. Lo cierto es que cuando se toca un instrumento hay - o así debería ser - una parte importante de placer, de deleite, de disfrute. Sé de primera mano que muchos músicos de carrera se someten a tal disciplina que acaban odiando el instrumento, y casi la música misma. Y uno no puede transmitir nada bueno si sólo está pendiente de la técnica. Y cuando uno toca un instrumento está expresando algo, siempre, sea o no consciente de ello. Eso es lo que de verdad cuenta. Yo no toco demasiado bien, pero os prometo que pongo el alma en el empeño. No me importa no poseer la técnica más depurada, siempre que suene razonablemente agradable, claro. Me preocuparía más si los oyentes permanecieran indiferentes. También es cierto que no tengo oyentes (salvo Mónica y Nicolás, que los pobres no tienen escapatoria). Pero ya me entendéis.
Otro día hablaré de los efectos de la música, que son muchos y muy interesantes.
Y como despedida, un enlace de música de la buena.

http://www.youtube.com/watch?v=Q6rrqMjd2jg

2 comentarios:

Anónimo dijo...

J.J.
Con todos mis respetos, como siempre, me atrevo a decir lo siguiente:
Hay personas que copian a otros.
Otros imitan, que no es igual que copiar.
Otros hacen lo que otros quieren que haga. Que se parece bastante al suicidio.
Otros reproducen lo que alguien ha hecho. Que no es igual que copiar ni que imitar.
Pero en cada uno hay algo original, personal e intransferible. Algo único y que si esa persona no lo dejara salir, nunca seria posible verlo.Nunca existiria. El Original.Y el que lo hace es el único canal que existe, que ha existido o que existirá.¿En dónde se genera?¿De dónde llega?¿Quién lo envía?¡Qué más da!Lo importante, lo único que vale, es que se plasme, que pueda verse aquí y ahora. Y es irrepetible, y genera algo que nada puede generar. Y que es imprecindible para que lo que es siga siendo. Y la cadena y el completarse de las cosas continue.Y cada canal es específico y concreto para expresar algo.Y yo creo que Ornitorrinco, cuando resurge de sus inmersiones, es canal de la Imágen. De la imágen dibujada, de la imágen fotografiada. Quitando capas, queda la Imágen. Para bajar a éste círculo lo que en éste círculo debe haber y verse a través suyo. Y no digo más.
Buena inmersión.Pero ojo:el ornitorrinco no tiene agallas.Tiene pulmones.

Momo dijo...

Queridísimo Ornitorrinco, verte y oirte tocar (palabra que me encanta y sugiere placer)es una delicia porque es ver a alguien haciendo lo que realmente le hace feliz. Se nota que pones el alma y que te sientas pleno. Se te nota mientras y después.
"Ai lof yu" muchísimo