sábado, 6 de octubre de 2007

Cardos al atardecer


Como ya mencioné anteriormente, hay una serie de motivos que parecen atraerme especialmente, y que fotografío de forma recurrente. Entre ellos, los caracoles, las cruces y los cardos. Aparte del hecho de que todos empiezan por la letra c, no soy capaz de establecer ningún tipo de relación entre ellos. Una planta, un animal y un objeto simbólico. Ovoides intocables, bolas de espinas cimbreándose al extremo de no menos espinosos tallos; cáscaras espirales rellenas de babosas criaturas de lento y ondulante movimiento; estructuras perpendiculares, vertical y horizontal en un sólo signo, geometría mística en su mínima expresión.
Lo dicho, una mezcla extraña y aparentemente caprichosa.
Y a falta de mejor explicación, aquí están nuevamente los cardos. Austeros y barrocos a un tiempo. Humildes en su esencia y sofisticados en la forma. Poseen una misteriosa sensualidad en sus curvas, que estalla en la paradoja de la imposibilidad de acariciarlos. Hay algo dramático en su esquematismo, en su aspereza, un algo de esqueletos, de seres despojados de todo artificio. Pura esencia, soy lo que se ve, nada escondo, pero no me toquéis: no quiero haceros daño.
Y esos dos arbolitos al fondo, como un eco.

3 comentarios:

Momo dijo...

He encontrado un nexo entre los tres elementos:
Para un caracol debe ser una cruz estar sobre un cardo.
ai lof yu

bogormu dijo...

Eso es hilar fino. Ai lof yu también.

Anónimo dijo...

J.J.
...Y se oyó una voz que viniendo como del amanecer dijo:
Sube este escalón con ayuda de este bastón.
Cogió el bastón.Lo apoyó.Y antes de tomar impulso volvió a escuchar una voz parecida a la anterior:
Te arrastras a la muerte por un camino de espinos.
Tomó impulso.Y subió al siguiente escalón, más ligero de equipaje.