lunes, 13 de octubre de 2008

Encuentro en un cementerio

Una de cal y otra de arena, o lo que es lo mismo, una de erudición musicopérsica y otra de patinaje artístico por los hielos perpetuos de mi casquete polar (lo que viene a ser el cerebro propiamente dicho). Y para ello me sirvo de esta fotografía añeja (del añejo 1998, concretamente). No sé ni por dónde empezar. La hice en Estambul, en un cementerio. El hombre de la barba desempeñaba alguna función que no recuerdo, pero que era sin duda una forma de ganarse unas liras para vivir dignamente. Hay muchos personajes así, que piden sin pedir, ofreciendo algún servicio bastante confuso y que casi siempre acabas rehusando con la mayor amabilidad posible. Hubo un simulacro de conversación, con mejor voluntad que resultado, ya que él sólo hablaba turco y no es un idioma ni remotamente parecido al español. Al menos tuvo lugar un cierto intercambio, que es lo que cuenta. Era agosto, por lo que el gorrito de lana resulta un poco fuera de lugar, pero quién soy yo para conocer su necesidad de mantener la cabeza caliente. Cierto que no combina con la camisa. La barba, en cambio, es hermosa. Si de mayor me dejo barba, quiero que sea así. Ondulada y brillante, densa y esponjosa. Pero lo que siempre he pensado ante esta imagen es que, si en lugar de la camisa de rayas y el gorro de lana, hubiera llevado una túnica y un turbante, ¿estaríamos viendo a la misma persona? Mejor dicho: ¿tendríamos la misma percepción de este hombre? ¿Es un viejo pobre que malvive de las limosnas de los turistas, o un venerable derviche que observa con amor y perspectiva -y paciencia- a los modernos peregrinos que buscan, con mayor o menor sinceridad, excitación espiritual o experiencia genuina? Tal vez las dos cosas, tal vez ninguna. Lo que me lleva a reflexionar sobre el valor de la experiencia. Hubo un encuentro entre desconocidos, y cada cual lo vivió desde su propio ser. La experiencia es aquello que has experimentado, pero también lo que has aprendido de ella. Es posible acumular experiencias sin sacar provecho alguno, así como lo es destilar valiosas enseñanzas de una sola vivencia. Dependerá de nuestra actitud, de nuestra predisposición, de nuestra capacidad, de nuestro estado de ser y de estar. Apenas recuerdo una vaga calidez, pero dudo que en aquel momento fuera yo capaz de ir más allá de la tosca superficie de las cosas. Ni siquiera me atrevo a aventurar que hoy sería diferente. Cada instante es nuevo y distinto, y hay que vivirlo como si fuera único - que lo es. Al menos tengo el testimonio mudo de la imagen de un hombre real, cuya magnífica barba me parece motivo suficiente para contemplar su foto y recordarle con afecto.
Tesekkür ederim.

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