
Pero es que además los títeres poseen una magia difícil de describir. Cuando funcionan bien, en apenas unos minutos olvidas que son figuras de cartón o madera o tela, y se transfiguran ante tus asombrados ojos, convirtiéndose en personajes capaces de transmitir las emociones más sutiles. Es cierto que nosotros los manipulamos para darles vida, pero no es menos cierto que ellos pueden hacer con facilidad cosas que a nosotros nos resultan imposibles. Y de ese modo se convierten en símbolos vivos de nuestras mejores virtudes y nuestras peores miserias, héroes épicos, sombras y luces danzando sobre un escenario pintado, destellos de vida, ráfagas de risa, fantasmas de la memoria, arietes del futuro... No hay nada imposible para ellos, nada escapa a su capacidad de crear universos con un calcetín, un guante o un botón.
Sólo nos queda agradecerles su entrega a la maravillosa tarea de ofrecernos unos instantes de fantasía reales como la vida misma. Y regalarles el aplauso que se merecen por hacernos un poco más felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario