viernes, 28 de marzo de 2008

La libertad del membrillo


Es difícil de explicar, pero a veces la búsqueda de la sencillez requiere poner en marcha complejos mecanismos, como si recorrer un laberinto fuera el camino más corto entre dos puntos. En realidad preferiría que las imágenes hablaran por sí solas, pero reconozco que sería un milagro, porque en cada persona despiertan ecos diversos, asociaciones propias e intransferibles, lo cual es en sí un logro maravilloso. La poesía más pura es el silencio, pero nos gusta poner en palabras aquello que no puede ser expresado. De todas esas contradicciones están hechos el arte y la vida. Y por eso utilizo la fotografía de un membrillo para hablar de la libertad. O acaso del Destino.
Un membrillo es el producto final de una serie de procesos naturales, del desarrollo de una cadena de acontecimientos prodigiosos: el árbol nacido de la semilla, la lluvia sobre la tierra, la luz del sol, las aves y los insectos, el viento, la fotosíntesis, la formación del fruto y su maduración. Un membrillo no puede ser otra cosa que un membrillo. Su libertad consiste en no tener que escoger, porque sólo hay un camino posible: la membrillez. Y en ella radica su perfección. Hoy envidio su sencillez, su gozosa plenitud, su dulce destino. La libertad de estar sin tener que parecer, de ser lo que se es. De completar el círculo, aquello para lo que has sido creado. Para un membrillo es fácil. El ser humano lo tiene un poco más complicado.
En fin, que hoy estoy cansado y se tenía que notar. Pero me gusta la presencia rotunda y táctil de ese fruto esperando su destino. Y me gustan los membrillos, sobre todo con queso.
Que aproveche.

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