jueves, 20 de noviembre de 2008

Nubes y claros

No tenemos remedio. Sabemos que es vapor de agua condensado, pero queremos ver ejércitos, mantos de armiño, rebaños o manadas, la mano suave con que el cielo nos protege de la luz del sol cuando hiere. Nos empeñamos en transfigurar la materia, porque la vida es más hermosa cuando el misterio la envuelve. Vivir poéticamente la existencia, sin perder el contacto con lo sólido y cotidiano del pasar los días, de la arena en los zapatos, del dolor de huesos, del sueño pegado a los párpados. De los niños que lloran y los perros que ladran, de los motores y los humos, del estridente rechinar de la maquinaria del mundo cuando gira sobre su eje. Abres la mirada y el color revienta y te inunda como un mar silencioso. Abres el oído y suena el coro trepidante, el bramido violento, el susurro ambiguo de las hojas o el océano que desde lejos te llama con su voz espumosa. Te detienes un instante sobre los pies, callado e inmóvil. Sientes cómo cruje el planeta, cómo se retuerce y vibra bajo el paso indiferente de millones de seres con las horas contadas, que sin embargo viven como si nunca fueran a morir. El murmullo de sus pensamientos crece hasta convertirse en un grito que súbitamente se apaga y desaparece. Respiras el aire frío que huele a noviembre o al hueco que deja el tiempo a su paso. Todo sigue en su sitio, nada parece haber cambiado, pero es nuevo y mortal, fugaz, efímero.
No tenemos remedio. Por eso los poetas y los músicos pasan la noche en vela, esperando el beso, el golpe o la avalancha, el momento en que el verso brota o el sonido desciende y se posa o te horada las entrañas. Para que luego digan que vivir es morir en el intento. La luz parpadea hasta dormirse, el mundo se repliega y en un suspiro cesa. De los hondos abismos apenas llega un haz de promesas y razones absurdas. Todo se vuelve ya una pregunta vana, apaga y vámonos, y el último, por favor, cierre la puerta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué foto tan bonita!
Abu