viernes, 25 de abril de 2008

Los pájaros de la felicidad

Dos pájaros morados de pico azul volando por un cielo blanco. Se los dibujé a mi hijo Nicolás en el ordenador, y con la magia de la informática los movía arriba y abajo, haciéndolos aparecer y desaparecer. Nicolás reía a carcajadas, con esa risa de los niños llena de sorpresa, perplejidad y pura alegría. Sé que puede parecer simplista y hasta demagógico, pero cuando pienso en lo fácil que es para un niño ser feliz, no puedo evitar concluir que a medida que crecemos nos vamos volviendo idiotas. No sé si tenemos un destino - o un Destino - en la vida, pero es evidente que nuestro principal objetivo es la felicidad. Sería perfecto si no fuera por el pequeño detalle de que ignoramos lo que la felicidad es en realidad. Lo consulto en el Diccionario (DRAE) y menuda decepción: 1. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. 2. Satisfacción, gusto, contento. No es que se mojen mucho los señores académicos. Trato de cambiar el enfoque: ¿Son felices las aves? ¿Los insectos? ¿Las plantas? Pero me veo de nuevo hablando de membrillos. ¿Es más feliz quien tiene mucho o quien necesita poco? Supongo que si tu felicidad depende de algo ajeno a ti mismo, estás inevitablemente condenado a ser siempre infeliz. Los acontecimientos y las circunstancias escapan constantemente a nuestro control, así que no parece ése un buen camino. Conócete a ti mismo - como muy bien nos aconsejan los sabios desde que el mundo es mundo - es un buen comienzo, sin duda. Pero es un trabajo que dura una vida entera ( y es probable que no tengas tiempo de dejar la tarea terminada). Se hace tarde, y todavía no tengo una respuesta satisfactoria, ni medianamente presentable... Sospecho que no existe tal respuesta, pero finalmente me atrevo a aventurar una hipótesis. La felicidad es un balance. Observar las cosas que la vida ha ido poniendo en tu camino. Aprender a reconocer su verdadero valor (ya sé, para eso hace falta un criterio medianamente digno, y no es fácil). Como en el mundo de lo material, las cosas realmente valiosas no pierden su valor con el tiempo: lo conservan y lo incrementan. Eso es una buena pista. La felicidad habita en el alma. Fuera de ella todo es circunstancia, y por tanto mutable y poco de fiar. Así que tenemos un camino interior. Vaya una gracia. Y yo preocupado por la factura del móvil...
Nicolás no es feliz por los dos pájaros morados que bailan en la pantalla, sino porque está sentado en las rodillas de papá, que le hace cosquillas con el bigote en el cuello mientras le dice: Te quiero.

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