martes, 13 de enero de 2009

La vida, ese jijí jajá

Vivimos en la Edad de los Prodigios. Hay una ley no escrita, secreta, oculta y de vital importancia: un mayor nivel de conocimiento implica una mayor responsabilidad. Del mismo modo, el mundo moderno nos proporciona un acceso casi ilimitado a enormes cantidades de información; las nuevas tecnologías nos permiten acometer tareas complejas con absoluta facilidad, hemos convertido el planeta en una aldea global. Pero todo este vertiginoso progreso pone en nuestras manos un inmenso poder. La pregunta es: ¿hemos desarrollado, al mismo tiempo, la capacidad para administrar ese poder de la mejor forma posible? Y llevando la mirada a lo cotidiano: ¿estamos siendo capaces de enfocar nuestras vidas de un modo adecuado? Ya sé, ya sé: ¿a qué llamas adecuado, y cuál es el mejor modo posible? No quiero ser demasiado ambicioso, pero intentaré resumir. Desde que tengo recuerdo he escuchado cientos de definiciones de lo que es la vida. Incluso es habitual escuchar a las mismas personas repetir definiciones contradictorias según el día y las circunstancias. En realidad, la vida no es nada. La vida es nuestra experiencia y nuestra visión personal, construidas ambas a través de los años, condicionadas por lo que nos han enseñado, lo que hemos aprendido y lo mucho que ignoramos.
La vida, como experiencia, nos arrastra. Nos empeñamos en mantener viva la ilusión del control, pero si no podemos controlar el azar - y no podemos -, no controlamos nada. Y eso es bueno, o por lo menos no es malo. Otra cosa es nuestra visión, la manera en que vivimos, la forma de aprehender el mundo y de llevar adelante nuestra existencia. Aborrezco los tópicos, pero parece existir un verdadero interés en que asumamos como naturales ciertas actitudes, en que adoptemos como propios ciertos objetivos y ciertas maneras de alcanzarlos, y en que nos creamos ciertas cosas sin cuestionarlas demasiado. Nunca he sido un rebelde sin causa, pero hay muchas causas para ser rebelde - frente a la ignorancia, por ejemplo. Anhelo la libertad, que no es hacer lo que yo quiera, sino saber qué es lo mejor que puedo hacer. La verdad os hará libres, ¿os suena? Hace mucho hice una entrada cuyo título - tomado de Aldous Huxley (que a su vez lo tomó de Shakespeare)- era "El tiempo debe tener una parada". Es muy difícil saber hacia dónde vamos si no nos detenemos a observar. ¿Es este el camino? ¿Nos lleva adonde queremos ir, y queremos ir adonde nos lleva?
Lo admito, me he metido en un jardín muy intrincado, y no voy a llegar a ninguna conclusión. Ni era mi intención. Pero no aguanto la sensación de estar corriendo sin saber por qué ni hacia dónde. Por eso me paro y observo. Si alguien piensa que eso es perder el tiempo, pues muy bien. Qué le vamos a hacer. Cada uno busca la felicidad a su manera.
Basta por hoy. Ya me han vuelto a dar las tantas...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al 100%.
La vida nos arrastra como la corriente de un caprichoso río sin rumbo. Pero hay algo muy positivo en todo ello.


Que siempre podemos tomar salidas hacia otros ríos, otras corrientes. Que por otro lado nunca sabremos donde nos llevarán, ni cuanto durarán, ni que nos encontraremos alla, en lontananza.


En definitiva, dejate llevar y disfruta de la corriente, que despues de toda calma, llega la tempestad