miércoles, 13 de mayo de 2009

...Y un agujerito para verlo.

Supongo que es un mero azar, y desde luego es algo que escapa absolutamente a nuestro control. Me refiero al lugar en que nacemos, y donde muchas veces pasamos el resto de nuestras vidas. Yo nací en Madrid, y aquí he vivido desde entonces, salvo dos cortos periodos que pasé en Segovia. Recuerdo que durante mucho tiempo odié esta ciudad. Mi sueño era ir a vivir a Asturias, por ejemplo, cerca del mar, entre verdes montañas y silenciosos valles. Durante años apenas pisé el centro, y conocía la Puerta del Sol más por fotos que por haberla pateado. Siempre pensé que era una ciudad demasiado grande, y que el ser humano no está diseñado para convivir pacíficamente en grandes masas. El tráfico, el ruido, la prisa absurda, la agitación contagiosa de hacerlo todo corriendo, como si siempre estuviéramos perdiendo un tren...
Con el tiempo, las circunstancias me obligaron a visitar con bastante frecuencia esas mismas calles que hasta entonces había evitado: Mayor, Arenal, la Plaza de Oriente, Postas, la Plaza Mayor, la calle Toledo, Chueca, Gran Vía, Preciados, la calle del Carmen... Como casi todo en la vida, la diferencia está en nuestra actitud y nuestra mirada. De pronto, todos esos lugares de los que huía como de la peste se fueron convirtiendo en parte fundamental del escenario de mi vida. Y yo, lo quisiera o no, formaba parte del paisaje, era uno más de los elementos que dan forma y carácter a una ciudad. Como los bares, los músicos ambulantes, las mercerías, las vendedoras de lotería, los repartidores, las palomas y los gorriones, la policía municipal o los kioskos de prensa.
A veces cuesta mirar tu propia tierra con los ojos del turista, del viajero, del extranjero, del que viene porque quiere descubrir algo diferente. Pero un día te detienes en un semáforo y te da por observar con mirada inocente lo que te rodea, y descubres que tiene su encanto, que a pesar de haberlo visto tantas veces, en realidad apenas lo conoces. Y comienzas a sentir que perteneces a un lugar. Aunque acabes viviendo en el otro extremo del mundo, nunca dejas de ser de donde eres. Aunque creas - y yo lo creo - que el mundo entero es tu hogar. Pues yo soy de Madrid.
Y me espanta el ruido, las obras que nunca terminan, la chulería que a veces nos desborda, el batiburrillo estético, que desaparezcan las tiendecitas de barrio, los ultramarinos, las librerías, las piperas, las fuentes y los puestos de horchata. Y que aparezcan los chirimbolos municipales, las pantallas de televisión en el metro, la Cow Parade, los agentes de inmovilidad, y los coches tuneados.
Pero ésta es mi ciudad. Podría vivir en cualquier otro lugar del planeta y ser feliz. Pero seguiría siendo de Madrid. Que sí.

4 comentarios:

atrapao dijo...

¡¡¡Viva san Isidro y todo el acompañamiento!!!

¡¡¡¡VIVA!!!!

bogormu dijo...

Como te oigan San Pedro Y San Pablo...

Anónimo dijo...

a los gatos nos gusta recorrer mundo pero tenemos memoria para no olvidar nunca de donde venimos y el camino de vuelta

no se si seria capaz de volver a Madrid a vivir, pero cada vez que estoy por ahi "de visita" siento que de alguna forma le pertenezco y me pertenece... y me encanta!

bonita foto, esa es una de las esquinas que mas me gustan de nuestra ciudad

y si, que viva San Isidro! lo que daria por pasarme esta noche por Las Vistillas y tomarme algo por algun bar debajo del Viaducto ihihihihihi

Milla

Silvia dijo...

Madrid es una ciudad que me encanta. Grande y ruidosa, pero llena de cosas que me apetece ver. Así que cuando se me logra pasar ahí un fin de semana, lo disfruto de verdad.
A mí me costaría mucho dejar Asturias para ir a vivir a otro lado, claro que si tuviera que hacerlo, lo haría, por supuesto, aunque al principio se me haría muy cuesta arriba. No soy nada amiga de los cambios bruscos y me tira mucho el terruño.
Mi corazón está dividido entre el pueblín (guapo, muy guapo) donde nací y la ciudad donde llevo toda la vida. Lo bueno es que por estos lares las distancias son cortas y en una hora me puedo plantar allí.
¡Hay que ver cómo me gusta enrollarme!
¡Viva San Isidro! y que lo paséis bien.
Un besín.
Silvia.