Para los que piensen que vivo en una burbuja (¿hay alguien que lo piense?) voy a hablar de la crisis. Como todas, es pasajera. Y como buena pasajera, la llevamos en la mochila casi sin darnos cuenta. O sea, a cuestas. Las crisis se pueden ver como un desastre, o como una oportunidad de cambio. Aunque sea por el famoso artículo 33 (o como las lentejas...). Puestos a ser optimistas - ¿hay una opción mejor? - ahora tenemos la ocasión de replantearnos nuestros hábitos de consumo, por ejemplo. Qué bueno es pasear frente a los escaparates de las tiendas y contemplar la enorme cantidad de cosas que no necesitamos, aunque seamos capaces de desearlas casi desesperadamente. Y qué satisfacción cuando uno dice: ¡Venga, hoy me voy a comprar una palmera de chocolate, y al demonio con la miseria! Y la saboreas como si los propios ángeles hubieran descendido del cielo para colocarla en tus manos. Eso es lujo, y no Cartier. Pues sí, que nos estábamos acostumbrando peligrosamente a los cuernos de la abundancia - que no dejan de ser cuernos, al fin y al cabo. Con un poco de suerte, de ésta aprendemos a vivir con menos. Sólo por eso merecería la pena. Y si no hay para la palmera, pues se moja el mendrugo de pan en el café, sin salir de casa. O te sientas en un banco del parque y ves cómo buscan las migas los gorriones. Y luego está lo de la coherencia, ese concepto tan marciano, a lo que se ve. Porque habrá crisis, pero yo veo los mismos atascos de siempre. ¿Es que nadie sabe que es más barato el transporte público? Yo no sé si tiene que ver, pero cada vez me fijo más en las personas, y menos en la gente. A mí me da la sensación de que esto es el mundo, que se está sacudiendo las pulgas. ¿Volverá el ser humano a convertirse en la medida de las cosas? ¿Lo ha sido alguna vez?
Juguemos a poner los ceros a la izquierda, a ver qué pasa. A lo mejor algo cambia, y descubrimos que hay otro modo de hacer las cosas, más sencillo. Yo, de momento, vuelvo a mis robots de cartón. Bueno, bonito y barato.¿Quién da más?
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