Recupero otra vez una imagen antigua, uno de esos dibujos que hacía más por experimentar con las posibilidades gráficas del programa que por un impulso artístico. Reconozco que he dudado antes de seleccionarla, porque no quiero seguir dando la impresión de que me muevo por caminos tortuosos. Sin embargo, después de observarla detenidamente me he dado cuenta de que no me resultaba tan fácil definir la sensación que me producía. ¿Qué podemos leer en ese rostro? Podría ser un cazador acechando a su presa, o un ornitólogo contemplando un raro espécimen mientras contiene la respiración para no ahuyentarlo. También podría haber rabia contenida, o simplemente determinación: voy a subir esa montaña. Y es que resulta verdaderamente difícil describir una expresión si carecemos de un contexto. De modo que cada cuál percibirá su propia sensación dependiendo de su propio estado de ánimo, de los ecos que despierte la imagen en su memoria, de su particular iconografía íntima. Recuerdo que esta ilustración formó parte de una exposición que tuvo lugar en una librería de Segovia, y que la imagen iba acompañada de un texto que ya ha sido citado un par de veces en este blog: "Y sigo respirando /porque no sé qué hacer si no con los pulmones". Un verso que viene a describir un estado que a veces me acompaña - supongo que no seré el único que lo siente -, una especie de vértigo existencial, una incómoda impresión de extrañamiento de uno mismo. Porque los pulmones respiran solos, y el corazón late sin nuestro permiso, y todo nuestro organismo funciona - generalmente bien - sin pedirnos opinión. Lo que demuestra lo sabia que es la Naturaleza.
Mientras tanto, nos quedaremos sin saber qué está mirando el hombre rojo. E incluso es posible que, en cuanto dejemos de observarle, su rostro se ilumine con una sonrisa...
¿Y por qué no?
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