jueves, 8 de mayo de 2008
Garabatos
Aunque no es una opinión universalmente compartida, los bocetos suelen ser una herramienta muy valiosa para el creador, sea cual sea el campo artístico en el que trabaje. Incluso la sacrosanta ciencia se basa con frecuencia en el método de ensayo y error. Pero en las artes plásticas es donde este procedimiento alcanza su máxima expresión. El boceto permite explorar posibilidades casi infinitas, libera de la tensión y el miedo a la equivocación, y nos proporciona los asombrosos descubrimientos de ese extraño fenómeno llamado casualidad. Los hallazgos formales que el azar, la coincidencia, la superposición o el simple caos nos revelan quedarían fuera de nuestro alcance si los persiguiéramos por otros medios. Pero hay algo más. Cuando uno empieza a llenar el papel de dibujos sin buscar un objetivo concreto, muchas veces por el mero placer de trazar líneas o manchas, se pone en marcha un mecanismo que opera por encima - o por debajo - incluso, de la consciencia. Es como si, de repente, la mano y lo que la mueve desde algún ignoto rincón del cerebro tomaran el control, dejándonos al margen de la operación. Comienza así un proceso creativo que explora regiones vedadas al intelecto, que escarba en nuestra memoria visual - o vivencial - para obtener datos significativos, que establece asociaciones insólitas, que agita los contenidos ocultos y los evidentes para plasmar imágenes nuevas, volátiles, sorprendentes. Luego vendrá el trabajo del artista para restablecer el orden, enfocar las prioridades y tratar de dar sentido al batiburrillo. Pero ahora la cosecha es más rica y abundante, y el resultado será sin duda más sabroso. Quizá algún día el garabateo adquiera el prestigio que se merece. Por lo que a mí respecta, lo seguiré practicando con deleite, esperando siempre ese instante mágico en que una forma inesperada se revela y flota misteriosamente, para posarse en el papel como una mariposa de alas grises.
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