"De ilusión también se vive" y "No te hagas ilusiones" son dos frases hechas que delimitan un territorio crucial para el devenir humano. Por eso hoy quiero hablar de la ilusión - o ilusiones - en mi declarado y conocido intento de encontrar un camino hacia la felicidad. Para empezar, una aclaración fundamental, para la que recurro una vez más al DRAE. Ilusión: 1. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos. 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. O lo que es lo mismo, que hay una ilusión que es como una alegría anticipada, y otra que viene a ser un sustituto de la realidad.
El mundo es una fábrica de ilusiones, y los medios de comunicación el escaparate perfecto para su venta. Sería imposible repasar los infinitos modelos de ilusión, así que trataré de centrarme en los que me parecen más "peligrosos". Una de las ilusiones más extendidas - y más dañina - es la ilusión del control. Me refiero especialmente al control de la propia vida. Empezaré con un ejemplo. Yo puedo controlar mi estado físico, llevando hábitos de vida saludables - alimentación equilibrada, ejercicio moderado, no fumar, etc. Además puedo pasar revisiones médicas periódicas, vigilar la tensión y el colesterol y cosas así. Todo ello me ayudará a ser más resistente a la enfermedad, menos vulnerable, a vivir más sano. Pero no me hace inmune, ni me libra categóricamente del cáncer, el catarro o las alergias. En el resto de los aspectos de la vida, la posibilidad de control es mucho más remota, porque el mundo nos obliga a la constante interacción con los demás, y cada contacto modifica - o puede hacerlo - nuestros planes, intenciones o actitudes. Para sostener cualquier ilusión, nos vemos obligados a suprimir de nuestro horizonte aspectos de la realidad, porque ningún plan humano es capaz de encajar las múltiples piezas que conforman la existencia. Así pues, cualquier intento por controlar nuestra vida nos llevará a una visión distorsionada - y por lo tanto, falsa - de la realidad. Y continuando con la comparación inicial, en el caso de la salud contamos con unas pautas casi universalmente aceptadas, que nos proporciona la ciencia médica. Que el tabaco es malo para la salud no es una opinión, sino un hecho científico demostrado. Pero ¿con qué mimbres tejemos el cesto de nuestros mundos privados? ¿Qué pautas podemos seguir con una mínima garantía? No digo que no existan, sólo que es mucho más difícil encontrar y reconocer las realmente valiosas. Tal vez sea opinable, pero parece mucho más inteligente aprender a discernir lo real de lo imaginario, y así tratar de vivir en lo real desde lo real. Una visión realista de la vida no implica, ni remotamente, un hiperpragmatismo o la carencia de ilusiones. Por el contrario, de esta forma las ilusiones se sostienen sobre expectativas razonables, lo que les proporciona una mayor probabilidad de éxito. Si la ilusión se construye a partir de una visión falseada de la realidad, sólo quedan dos salidas: mantenerse perpetuamente en la ilusión - es decir, vivir una vida falsa - o encontrarse, inevitablemente, con la desilusión. Dos fórmulas perfectas para la infelicidad.
La vida no es un camino de rosas, pero tampoco un valle de lágrimas. Podría ser, acaso, un valle de rosas regadas con lágrimas, que a veces son de alegría y a veces de dolor. Si el infierno son los otros, también pueden ser el paraíso. "La verdad os hará libres" es, sin duda, la mayor verdad, pero nadie dijo que fuera fácil. Y cuanto más nos alejamos de la realidad, más lejos estamos de nosotros mismos y de la felicidad.
Hubo un hombre que, buscando protegerse de todo aquello que no le gustaba de la vida, construyó un castillo inexpugnable y se encerró en su interior. Tan inexpugnable era su fortaleza, que las personas que debían suministrarle los alimentos no consiguieron encontrar la entrada. Aquel hombre murió de hambre y soledad, esperando un enemigo que, por cierto, nunca apareció.
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