He dudado un poco - sólo un poco - antes de hacer esta entrada. Hace apenas dos días que puse el punto y final, y aquí estoy de nuevo, qué poca formalidad. Pero después he pensado que para qué tanto reconcome, si de todas formas todo el mundo hace y deshace a su antojo y nunca pasa nada.
Lo que no sé es hacia qué territorios derivarán los futuros contenidos de esto-como-quiera-que-se-llame. He de suponer que seguiré filosofando (¿se dice así?), aunque yo lo llamo de otro modo. Cuando el sabio señala la luna, el mono se queda mirando el dedo. (Por cierto, el sabio no soy yo -el mono, muchas veces).
Y me seguiré mojando, porque no sé hacer las cosas de otra manera. Y allá los cobardes desde sus trincheras. Y no estoy tirando a dar, sólo lanzo las piedras al aire, y a ver dónde caen. Y me da igual la indiferencia, el desprecio y la admiración. Son caras diferentes de la misma moneda - sí, una moneda con más de dos caras... qué raro. Y cuando digo que me da igual no digo que no me afecten. Pero eso lo dejo para otra ocasión. Al final no se va a entender nada de lo que escribo, pero no importa. Casi nada importa de verdad. Y a casi nadie le importa lo que de verdad importa. Pero eso tampoco importa. De verdad.
Somos el puñetero misterio de este universo. Con lo fácil que es quedarse calladito.
Hala, ya está. Ahora, a dormir.
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