Ayer, a eso de las siete de la tarde, salí a estirar un poco las piernas y a quitarme las telarañas del cerebro. Lo primero era bastante fácil, de lo segundo no estoy tan seguro, ya veréis por qué. Llevaba todo el día medio nublado, y tras una inspección a través de la ventana, me dije que llover, llover, no llovería. Así que bajé a la calle y comencé a pasear muy relajado. A los cinco minutos, unas finas gotas empezaron a caer tímidamente. Poco después, la lluvia era, como en Sevilla, una pura maravilla. O sea, que me mojé, pero aposta. Hacía mucho, pero mucho tiempo que no caminaba bajo la lluvia sin prisa, disfrutando del contacto con el agua celestial (porque cae del cielo, ¿no?). Y fue muy agradable, hasta que me tuve que refugiar porque la cosa se puso seria. Y me sorprendió recuperar de la memoria el olor a tierra mojada, que en mi caso asocio inevitablemente con las vacaciones de verano de mi infancia, cuando después de la tormenta volvía a coger la bicicleta para poder pasar por los charcos y dejar bien marcadas las huellas de las ruedas en el barro fresco.Placeres de niño.
La otra sensación durante el paseo es más difícil de explicar, y tiene que ver con el dibujo de hoy. A medida que me cruzo con la gente la observo con una mezcla de curiosidad y extraño alejamiento. Siento como si cada persona fuera una pieza de un descomunal rompecabezas, y casi puedo verlas encajadas en un molde invisible que las acompaña mientras caminan. Todo parece cuadrar - por extraño que resulte, incluso lo más estridente o peculiar - en un orden que desde luego permanece inaccesible al entendimiento humano -por lo menos al mío. Pero lo que me inquieta de verdad es que yo me siento desencajado, desplazado, como si estuviera fuera de lugar, como si no terminara de formar parte de todo eso que me rodea. Es la sensación de que hay algo que no acaba de ser real. No es que me crea especial y diferente a los demás, no es que piense que los otros son gente y yo otra cosa. Y tampoco lo experimento como algo desagradable, ni agradable... Simplemente es. Se parece, por momentos, a una invisibilización, si se me permite la expresión. ¿Qué quiere decir esto? Pues no lo sé. Como ser transparente. Enajenación, supongo. Un especie de viaje astral pero despierto y caminando por la calle como si tal cosa. Son sólo aproximaciones, bastante imprecisas, pero qué le voy a hacer. Si fuera hambre, o un efecto secundario de la cerveza (cosa imposible en un abstemio) o de comer pan mohoso, sería más sencillo. Pero no. Es así de raro. Y no está mal, ya que el paseo discurre siempre por las mismas calles, y así se hace siempre diferente, aunque las tiendas estén cerradas y no cambien los escaparates. Pero no deja de ser curioso.
Y por eso (más o menos) he puesto el dibujo de un monstruo, por lo de sentirse raro y diferente sin querer. Pero un monstruo de los que no dan miedo. Al menos eso espero.
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