La humildad de los insectos es fascinante, porque de hecho su complejidad es mayor que la de muchos otros seres que parecen presumir de atributos más sólidos. Y sin embargo este pequeño hemíptero (que es humilde hasta en su nombre común, zapatero), es capaz de andar sobre las aguas, demostrando además una singular elegancia al hacerlo. Es una escena tan familiar, observada una y otra vez desde la infancia, que hay que hacer un esfuerzo para ser consciente de lo prodigioso del fenómeno. Luego vendrá la ciencia y nos hablará de la tensión superficial, pero ver a los zapateros deslizándose silenciosamente sobre las aguas calmas de un río es la materialización de un milagro. Y saber que es un fenómeno natural no lo convierte en algo menos mágico y cautivador. Y a veces me pregunto si en realidad compartimos la misma dimensión, si nuestros universos sólo se cruzan ocasionalmente, si la hazaña cotidiana de un zapatero que avanza sin aparente esfuerzo sobre la superficie del agua no es más grande que tantos logros vanos del hombre, tan orgulloso de sus a menudo absurdos avances tecnológicos.
Quisiera poder cruzar las aguas de mi existencia con la frágil y vulnerable facilidad con que este insecto atraviesa un arroyo, ajeno a su insignificancia, a pesar de la cual quizá sostiene el orden invisible de un cosmos oculto.
3 comentarios:
J.J.
Con los tiempos que corren, espero que nadie se tome tu texto como una metáfora...¿O es una metáfora?.Como lo llegue a leer el adolescente iletrado te contratan para hacer loas y glosas.
¿El adolescente iletrado? Usted perdone, pero no lo pillo... A ver si empiezo a entender tus comentarios, porque me cuesta...
J.J.
No va contigo, primo.
Dejalo pasar. Todo pasa.
Solo es un chiste.
Abrigate y no pases frio.
Te esperamos en la tierra de los vascones.
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