Quedan apenas 24 horas para que termine el año. Es el tradicional momento de los balances y los buenos propósitos, de los deseos de prosperidad y de alimentar las esperanzas para el futuro. Sin embargo, esto de las fechas señaladas siempre me ha llamado la atención. Parece que necesitemos constantes puntos de referencia para recordar todo aquello que consideramos significativo. El día del padre, de la madre, de los enamorados, del nacimiento de Jesús, de su muerte, de su resurrección; el día del trabajo, de la constitución, de la patria, de los inocentes, de todos los santos... Los aniversarios y los cumpleaños. Y así con todo. Como dice Battiato en una canción: "Yo quiero vivir en el presente, para siempre". Pero aprovecho la ocasión para hablar del paso del tiempo. Y por eso traigo esa curiosa foto, en la que me autorretraté en plan Matrix con mi flamante Lomo de cuatro objetivos mientras subía - o bajaba - en ascensor. Afortunadamente, cuando se abrieron las puertas no me esperaban cincuenta tipos con traje negro disparando como demonios, ni tuve que correr por las paredes vaciando cargadores de metralleta - qué más quisiera. De hecho, seguramente iba a comprar el pan. Lo curioso es que la susodicha cámara tiene cuatro objetivos que se abren secuencialmente, lo que significa que entre cada imagen hay una diferencia de milésimas de segundo. Entre la primera y la cuarta puede haber transcurrido un segundo. El tiempo pasa y todo cambia. ¿Cuántos pensamientos pueden cruzar por nuestra mente en un segundo? ¿Cuánto tardamos en tomar una decisión trivial - comprar primero el pan y luego el periódico, o viceversa? ¿Cuánto en cambiar de ánimo? Y la foto es de hace dos años. Me miro y me reconozco, pero sólo en parte. Muchas cosas han cambiado, y ahora soy y no soy el mismo. Empieza un año nuevo, pero eso sucede cada día. Aunque entiendo que 4.380 uvas anuales pueden ser demasiadas (si es cierto lo de Italia y las lentejas, no quiero ni pensarlo). Y luego está lo de los buenos deseos. ¿Sólo amamos al prójimo en navidad? Si estas fechas nos despiertan sentimientos amorosos, ¿el resto del tiempo están dormidos? Es todo un poco raro. No soy enemigo de estas fiestas, pero no estaría mal que pudiéramos celebrar, todo el año, el día del respeto universal, por ejemplo. O de la dignidad. O del Amor, sin más. Pero bueno, eso es cosa de cada uno. Yo ya tengo mi lista de propósitos para 2009... Pero es que lo tengo muy fácil, es la misma de todos los años. Es como el Día de la Marmota...
Como regalo anticipado de Reyes (ese día sí que mola), añado unos enlaces muy interesantes.
Hasta mañana o pasado.
2 comentarios:
Interesante tu Lomo de cuatro objetivos.
Quizá la idea inicial de celebrar
acontecimientos fuera homenajear. Quizá algún die esa fue la causa.
Como dice Paco, el camarero "el mejor amigo del hombre"
- Los se ganan la vida con esto de "la comunicación" necesitan RELLENAR, ¡y punto pelota! -
Quizá Paco lleve razón, y celebremos las cosas por que un sector importante necesite RELLENAR.
Rellenar páginas de prensa. Pantallas en internet. Horas de radio. Parrillas de televisión. escaparates de oportunos artículos.
Los publicistas necesitan un motivo que motive la venta. El clero argumentos para vaciar los bares. Y el Corte Inglés... en el Corte Inglés siempre es primavera, y cualquier ocasión es buena para RELLENAR.
No tengo nada contra las celebraciones. Pero uno sólo puede rellenar aquello que está vacío, esta vez de contenido. Tal vez podamos volver a dotar de verdadero significado las fechas que celebramos, así de sencillo. Vale, nos vemos en las Rebajas... ¡Dorothy, sigue el camino de triángulos verdes!
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