No era mi intención, pero voy a hablar de algo que he pospuesto muchas veces. Me refiero a la cuestión del anonimato en los comentarios. Vayamos por partes:
Si yo visito un blog y descubro que el contenido es estúpido, ofensivo o carente de interés, sencillamente lo abandono y no vuelvo. Y no dejo comentario, porque dudo mucho que lo que diga vaya a tener el más mínimo efecto sobre el autor. Una persona con la que apenas tuve trato unos días, durante un curso, dejó una vez un comentario en este blog. Decía, entre otras cosas, que le parecía pretencioso. Era una opinión - con la que en ocasiones coincido - expresada con claridad por alguien con nombre y apellidos. Y la respeto, y agradezco profundamente a esa persona que lo dijera. Pues muy bien. Puedo estar de acuerdo o no, pero no escribo aquí para recibir parabienes y lisonjas. Por suerte o por desgracia, sé cuándo lo que hago está bien y cuándo no, sin necesidad de opiniones ajenas. Y quizá me equivoque, pero no me importa demasiado. Si alguien quiere decirme que todo lo que escribo es basura pseudointelectual, filosofía de libro de autoayuda, palabrería hueca y pedante, me parece perfecto. Siempre tendrá la opción de no volver a leerme. Y si insiste en visitar el blog y recordarme lo mal que lo hago y lo ególatra y desgraciado que soy, pues adelante. Como mucho me aburriré, pero no me ofenderá.
Ahora bien, ampararse en el anonimato para verter bilis es desagradable y cobarde. No me pienso enzarzar en interminables duelos de ingenio para ridiculizar al otro, ni explotar sus debilidades, ni mantener debates absurdos con personas que no buscan sino gresca ociosa. Me gusta suscitar la curiosidad, la reflexión y el intercambio de pareceres y visiones del mundo. Pero no tolero la falta de respeto que supone tratar de ofender anónimamente a las personas que colaboran en este blog con sus comentarios. Como veréis, nunca suprimo un comentario, sea del tipo que sea. Me limito a no contestar. Pero tampoco me gustaría ver convertido el espacio de comentarios en un campo de batalla. Hay millones de formas de emplear mejor el tiempo y la energía.
Entiendo que alguien no quiera dejar su nombre, apellidos y correo electrónico para comentar, ni lo necesito. La mayoría de las personas que visitan este blog son mis amigos - no virtuales -, y de otras sólo sé un nombre que puede ser incluso inventado. Allá cada cual.
Por otra parte, casi siempre los comentarios pretendidamente ofensivos suelen ser más un retrato del comentarista que otra cosa. Quizá alguno lo que realmente quiere es tener un blog y que alguien lo visite. No sé.
En fin, siento haber tenido que dedicar tiempo a este asunto. Me aburre soberanamente. Por supuesto, todo el mundo puede seguir haciendo los comentarios que quiera. Lo malo de los anónimos es que no les puedes llamar cobardes a la cara, porque no tienen cara. Pero ya no me voy a molestar ni en eso.
Pese a lo pretencioso que pueda parecer, este blog sólo pretende ser un espacio en el que compartir mis peculiaridades con quien las encuentre de interés. Ni más ni menos.
Como por ejemplo, hacer esculturas con piñas.
4 comentarios:
Yo no tengo blog pero sí leo habitualmente unos cuantos y, si tengo algo que decir, dejo un comentario.
Por lo que yo veo leyendo blogs por ahí, la gente suele ser bastante comedida, pero siempre hay alguna excepción que se lo pasa a lo grande siendo grosero y zafio.
A mí me da la sensación de que, sea por el motivo que sea, necesitan llamar la atención, sentir que lo que dicen va a ser escuchado, o, en este caso, leído por alguien y que, además, van a recibir una respuesta.
Si la respuesta muestra un cierto cabreo, mejor que mejor, porque es ni más ni menos que lo que buscan al dejar un comentario normalmente burdo y carente de argumentos.
O sea (hay que ver cómo me gusta enrollarme) creo que son gente que pide atención a gritos, no sé si porque tienen pocos amigos, se sienten ignorados o tienen una vida muy aburrida, vaya usted a saber.
Eso sí, llaman la atención de manera equivocada, pero bueno, allá ellos.
Un besín.
Silvia.
Pues eso, Silvia, pues eso...
Un besín
Muy bonitas las piñas. ¿Conoces las "rosas del cedro"?. Al acabar el verano, los cedros dejan caer sus piñas esculpidas en forma de rosa, de ahí su nombre, y son realmente preciosas. La naturaleza, siempre tan sabia, sólo invierte su tiempo en crear belleza.
Pues no las conozco, pero como bien dices, la Naturaleza sólo sabe producir belleza, así que tendré que buscarme un cedro para cuando comienze el otoño, y descubrir esas rosas.
Gracias.
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