La fotografía siempre me ha parecido un extraño medio de expresión. Por una parte, su capacidad de representar la realidad - entendiendo por realidad lo visible - parecería condenarla a una mera y objetiva notaria de acontecimientos. Y sin embargo nos permite posibilidades expresivas y artísticas casi ilimitadas. Y hablo de la fotografía "pura", sin filtros, ni lentes extremas, ni manipulados posteriores. Pero la selección del encuadre, la composición, la elección del momento, de la luz, del enfoque...pueden convertir una fotografía en algo más que un testimonio gráfico. Debo reconocer, aunque desconozco los motivos, que siento especial predilección por fotografiar caracoles. Y también me gustan mucho los cardos. En esta imagen se reúnen, pues, dos de mis motivos favoritos. Por si alguien lo dudara, quiero aclarar que nunca manipulo los "escenarios": sólo fotografío lo que hay. Cómo llegó ese caracol - criatura blanda y babosa, al menos por dentro - al extremo de la púa de ese cardo es algo que ignoro. Pero allí estaba - no sé si vivo o muerto, la verdad - desafiando la lógica y la gravedad. Y el cardo, por cierto, con ese otro bracito levantado como celebrando la captura del desdichado caracol... No sé qué pensar. Un poco inquietante sí es. Y su belleza...bueno, cada cuál opinará según su gusto y criterio.
Me gustan los caracoles, filosóficamente hablando. Me gusta pensar que en lo que tardan en atravesar un jardín, la hierba puede haber crecido.
Y los cardos, porque son hermosos y pinchan.
1 comentario:
Yo siempre que veo un cardo me acuerdo de la preciosa Sally deshojándolos con la luna llena tras ella. Me refiero a "Pesadilla antes de Navidad". No me gustan especialmente los cardos... Los caracoles siempre que lleven su casita a cuestas, vale... porque si no se convierten en gamusinos.
La foto me gusta porque me trasmite silencio.
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